Los extraviados en el Cerro Acol hicieron pública su anécdota de final feliz. Un ex intendente, con sus hijos, uno futuro concejal, fueron los protagonistas

12 Nov 2019
    

Texto extraído del Facebook de Santiago Fernandez 

El día domingo fuimos a caminar al Cerro Acol con mi hermana Sol y mi viejo. Un paseo, una caminata, un ascenso a un cerro como tantos en nuestras vidas. El día estaba hermoso y caminamos casi hasta la cumbre, cuando la cantidad de nieve hizo imposible que siguiéramos avanzando. Comimos y dormimos una siesta en el bosque y cerca de las 14 horas iniciamos el descenso. A poco de andar perdimos la huella, debido a que en esa zona de la montaña el bosque de raulíes y coihues no tiene sotobosque y la presencia de nieve quitaba toda referencia sobre la senda. A partir de ese momento, todo lo que sucedió nos resultó grato y desafiante, la única angustia era la incertidumbre de nuestras familias si no llegábamos esa noche. Caminamos siete horas descendiendo por cañaverales, atravesando muchos cursos de agua, zonas anegadas y cañadones donde los árboles caídos nos ayudaban a cruzarlos. Bajamos hasta encontrar el Río Acol y luego seguimos su curso descendiente buscando llegar al punto de partida. Cuando se hizo de noche buscamos un claro en la margen del río donde poder hacer un fuego y dormir. Limpiamos la zona, armamos una cubierta de caña colihue para aislar la humedad, juntamos agua, prendimos fuego y dormimos toda la noche en lapsos de media hora para mantener el fuego encendido. A las 6 de la mañana nos levantamos, comimos la comida que nos quedaba y terminamos de secar nuestra ropa. A las 7, cuando la claridad permitía que hubiera luz en los cañaverales cerrados, apagamos el fuego y retomamos la caminata. A las 7:50 en una zona alta sobre el Río a Sol comenzaron a ingresarle numerosos mensajes al celular. Compartimos la alegría con nuestras familias que nos esperaban y sabían, ahora, que estábamos bien y que caminábamos hacía nuestro vehículo que suponíamos no debería estar muy lejos. Uno de esos tantos mensajes era de Gabriel García, radiooperador del I.C.E. Lanín que mantenía permanente contacto con nuestras familias desde las 4 de la mañana y nos solicitó nuestra ubicación para que la cuadrilla pudiera ir a nuestro encuentro. Muy atento, tranquilizador y profesional en su tarea, informaba a nuestra familia y nos guiaba hasta encontrarnos con los rescatistas. Media hora después de ese intercambio, gritos y silbidos nos contactaron con la cuadrilla a la que divisamos en lo alto de un piedrero sobre la margen oeste del Río. 8:30 nos encontramos con Yair Epulef, Cristian Foser y Sergio Cifuentes que habían iniciado el ascenso al cerro Acol y al tomar contacto con nosotros bajaron hasta el río a nuestro encuentro. Nos ofrecieron agua, comida y asistencia, que no fueron necesarias para nosotros como tales pero sí como gesto y como muestra del profesionalismo, dedicación y pasión que le ponen a su trabajo, tan necesario en nuestro Parque Nacional. Caminamos veinte minutos más con ellos y nos encontramos con Juan Manuel Ochoa y el Guardaparque Adrián Daros que nos aguardaban junto a nuestro vehículo. Calidad humana, empatía y profesionalismo es lo que se necesita en todo organismo público y es lo que transmitieron los trabajadores de I.C.E Lanín esta mañana de lunes. Tenemos un inmenso agradecimiento a quienes hoy nos ayudaron en la montaña y a todos los trabajadores de I.C.E. Lanín y de Parques en general, que brindan un servicio insustituible a nuestra comunidad y a quienes nos visitan y no siempre son reconocidos como corresponde. Un abrazo a todas y a todos quienes hacen I.C.E. Lanín