A diferencia de los cuatro partidos anteriores, ante los belgas se corrió, se marcó y se jugó con los dientes apretados. El gol tempranero de Gonzalo Higuaín le dio confianza a un equipo que supo defender, cuidar y valorar esa pequeña diferencia en el marcador.
Alejandro Sabella se reivindicó y su equipo jugó el mejor partido de los cinco. No solo que acertó con las variantes sino que su equipo mostró concentración y solidez defensiva. No hubo fallas groseras y Zabaleta volvió a su nivel. Garay y Demichelis (jugaron por primera vez juntos) ganaron en las alturas y Basanta (reemplazó al suspendido Marcos Rojo) cumplió con su rol porque siempre tuvo bien en claro cuáles eran sus limitaciones.
El conjunto de Sabella ganó la mitad de cancha porque Lucas Biglia y Javier Mascherano se entendieron a la perfección. Los números no dejan mentir porque el conjunto argentino tuvo solo dos llegadas claras y los europeos una sola. Fue el partido que menos llegadas hubo en lo que va del torneo. Lavezzi hizo el trabajo que no se ve pero no por eso menos útil, marcó más de lo que jugó y se sacrificó por el equipo. Messi no tuvo un buen partido pero Higuaín hizo que esto no se notara y con su gol le devolvió a Sabella la confianza que depositó en él. La mala noticia de la tarde fue el desgarro de Ángel Dí María, quien se perderá el resto de la competencia. Se fue lesionado en la primera parte y su reemplazante, Enzo Pérez, entendió sin problemas cómo debía jugarse este partido.
El primero de los objetivos está cumplido. La Selección Argentina es uno de los cuatro mejores equipos pero nadie se conforma con haber cortado una racha de 24 años ni con ser el equipo menos goleado del Mundial ni con haber igualado la cantidad de victorias consecutivas de México 86´ y menos con ser (junto a Holanda) uno de los invictos del certamen. Es la tercera vez que se logra terminar con el arco en cero.
Seguramente más de uno no esté de acuerdo con el estilo o la propuesta de juego de este equipo pero en un Mundial es más importante ganar que jugar bien y eso este cuerpo técnico lo tiene bien claro. Ganó todo lo que jugó y uno de sus amuletos tiene nombre y apellido, Ezequiel Garay. Con él en cancha en la era Sabella, el conjunto argentino nunca perdió. Argentina y Holanda se verán las caras por quinta vez en un campeonato mundial. La única vez que salió victorioso el conjunto nacional fue en 1978, cuando levantó su primera Copa del Mundo. El miércoles a las 17 horas en San Pablo se sabrá cuál de los dos irá en busca del segundo Maracanazo.
@martinmosie // Por Martín Mosiewicki