¿Sociedad de consumo o saciedad de consumo? Tener mucho y estar mejor son dos cosas bien diferentes. Segunda parte de la charla con el Lic. Agustín Santillán, Psicólogo.

13 Jul 2015
    

En los últimos 20 ó 30 años se han modificado algunas pautas culturales que parecían firmemente instaladas. Trasnochar, por ejemplo, dejó de ser algo reservado a los sábados o vísperas de feriados para transformarse casi en la nueva norma en muchísimos hogares. Hoy no es nada raro que grandes y chicos se vayan a dormir mucho después de la medianoche. ¿Cómo incide esto en nuestra salud?

AS: Las personas respondemos a un ritmo circadiano, es decir, un ciclo biológico asociado a intervalos de día-noche. Modificar ese ritmo no es gratuito. Mucho menos en los niños. Esto es clarísimo en los recién nacidos: necesitan que los adultos le marquen, le indiquen, los ayuden a entrar en ese ritmo del día y la noche. Esto supone que los propios adultos respetan ese ritmo, o sea, que descansan por la noche. Pero si todos los días se nos hace la 1 de la mañana y aun seguimos dando vueltas por la casa, viendo televisión, chateando o incluso leyendo, un bebé que crezca en un ambiente tal, no está recibiendo uno de los cuidados elementales a los que tiene derecho: calidad de descanso. Esto implica: regularidad, previsibilidad, pautas de vida saludable y criterios para la convivencia, es decir, para vivir con los otros.

El modo de estar con otros también está cambiando. Las redes sociales generan multiplicidad de encuentros virtuales, instantáneos y, muchas veces, fragmentarios o ilusorios.

AS: Las redes sociales, que llegaron para quedarse, tienen cosas buenas, pero hay que saber manejarse con ellas para que no terminen manejándonos a nosotros. Porque esas mismas redes que a veces generan una sensación placentera de estar conectado con todos, todo el tiempo, también nos pueden estar desconectando de lo más próximo e inmediato: mi familia, mi pareja y hasta de mi propia persona, de mi privacidad. Es saludable preservar nuestra privacidad, saber estar solos. Hay cierta ansiedad por estar todo el tiempo “disponible” para todas las personas, pero eso parece más bien una ilusión. Demasiadas veces, es bastante probable que no se esté verdaderamente con nadie. Es un estar sin estar. Por eso resulta saludable recuperar espacios de encuentro verdadero: abandonar la pantalla, salir de casa e ir a visitar a un amigo.

El invierno conspira un poco contra las visitas…

AS: Es cierto. Pero también es verdad que los inviernos no son tan rigurosos como antes. Hace apenas unos años, en la generación de nuestros padres, por ejemplo, las personas se buscaban más, se reunían más, aun en invierno, y no tenían ni la calefacción, ni la ropa, ni los medios de transporte que tenemos hoy. Estas cosas, estas comodidades, son importantes, pero no pueden reemplazar el contacto humano, personal y social. Más allá de lo que nos prometen o ilusionan, los objetos no nos pueden dar placer, seguridad o felicidad. Esas dimensiones se encuentran en el contacto con las personas que nos aman y amamos. Porque, para estar bien, las cosas son mucho menos importantes que las personas.

Eso lo sabemos, pero, de todos modos, la presión por tener es muy grande.

AS: Es verdad, esa presión existe, está, forma parte del entorno. Y por eso mismo hay que saber plantarse frete a esa necesidad de tener siempre más. Por más presión que exista, no debo sentirme “culpable” si no puedo (o no quiero) comprarle la play station más moderna a mi hijo. Creemos que  seremos más felices, o haremos más feliz al otro, si podemos comprarle tal cosa. Pero esas alegrías son siempre efímeras, por no decir engañosas. La felicidad no es algo que se compra, es una construcción personal, interior y relacional. La felicidad no es ir de shopping.

Volviendo al tema de salir de casa, acá tenemos la suerte de vivir en una comunidad que, además de tener un entorno maravilloso, ofrece gran variedad de actividades sociales, culturales, artísticas, deportivas y recreativas. Muchas cosas se pueden hacer con poco dinero, o directamente gratis.

AS: Respecto de otros pueblos de su misma escala, San Martín corre con una ventaja enorme. Yo no conozco otra ciudad de, digamos, 35.000 habitantes, que tenga la riqueza de alternativas que ofrece esta comunidad. Acá tenemos muchísimas actividades entre las que elegir. Para aquellas personas que lo saben aprovechar, eso abre muchos horizontes posibles. Los chicos y chicas sanmartinenses pueden acceder a muchas más alternativas, por el simple hecho de crecer acá. Porque acá hay una población inquieta, abierta, diversa, que se enriquece permanentemente con la llegada de personas que vienen buscando una vida mejor pero que también hacen mejor la vida de este lugar, porque tienen mucho para dar. Cada familia nueva que se incorpora al pueblo, trae consigo su cultura de origen, otros saberes que acá se amalgaman con los de sus vecinos. Eso es de una riqueza muy grande.

Sin perder la escala humana, San Martín tiene algo de cosmopolita.

AS: Sí, pero incluso mejor. Siendo un destino turístico importante, tenemos alternativas que no pasan, necesariamente, por el consumo. En otras ciudades, salir de casa es sinónimo de ir al shopping o al mall. Es decir, ir a comprar por comprar, no para cubrir una necesidad. Hay que tener en cuenta que, a la larga, el modelo del shopping (donde encontrás todo en un mismo lugar) desplaza al comercio de barrio. Además de las consecuencias económicas evidentes, eso tiene consecuencias relacionales, humanas, que no siempre se tienen en cuenta. Ir al almacén, a la panadería, la ferretería y a los demás negocios de mi barrio implica entrar en contacto con otras personas, de uno y otro lado del mostrador. Con el tiempo, eso genera vínculos de confianza, vecinales y de amistad, inclusive. Difícilmente se encuentre ese tipo de relación en un shopping donde todo es impersonal. Bueno, por suerte, nuestra ciudad todavía tiene mucha identidad vecinal, conserva ese espíritu de pueblo que la hace todavía más linda.

 

Lic. Agustín Santillán

CEDIT y Clínica Chapelco

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Entrevista: Jorge Gorostiza