El temor a equivocarse con la elección de la carrera universitaria, ¿es una preocupación más de los padres que de los hijos?
AB: Según mi experiencia, suele ser un problema compartido, problema que se complica más cuando hay una presión manifiesta o callada por parte de los padres. Más aun en comunidades como la nuestra donde, la mayoría de las veces, la decisión de iniciar estudios universitarios implica, de algún modo, a toda la familia. Las familias hacen un esfuerzo extra para acompañar a sus hijos en sus estudios, y esto implica viajes, alquileres, mayores gastos. Es bueno que los chicos y chicas que inician sus estudios asuman con responsabilidad y gratitud el apoyo de su familia, sin que esto se transforme en una presión negativa, angustiante: “Ya elegí una carrera y es imposible cambiarla. No les puedo fallar a mis viejos”.
La presión es mayor si sólo tienen que estudiar…
AB: Claro. “Tengo prohibido el “fracaso”, no trabajo, mis viejos me bancan, lo único que tengo que hacer es estudiar y recibirme”. Los padres, por supuesto, quieren que sus hijos estudien y se reciban, pero, fundamentalmente, lo que los padres queremos es que nuestros hijos crezcan y sean felices. Eso implica estar abiertos y acompañar ciertos cambios de rumbos, sobre todo si son meditados a conciencia: “Creí que tal carrera era para mí pero por esto, esto y esto otro decido que esta otra es mejor”
Sin embargo, pareciera que cambiar de carrera a veces es algo casi tan traumático como un divorcio.
AB: Es posible. Sobre todo cuando el hijo o la hija “incumple” mandatos o expectativas paternas. O bien porque viene de una “familia de doctores” y entonces todos esperan o dan por descontado que va a terminar medicina. O bien porque los padres quieren que el hijo o la hija “realicen” aquello que ellos no pudieron. En ese sentido, enfrentar con madurez esas situaciones y decir “yo no quiero esto para mí”, es un logro quizás tan importante como terminar una carrera...
Según tu experiencia, los jóvenes que parten de San Martín de los Andes para estudiar en otra ciudad, ¿Tienen alguna ventaja o desventaja comparativa?
AB: La vida universitaria y, más aun, la vida profesional, suponen una actitud de apertura a realidades cada vez más complejas. En ese sentido, los chicos y chicas que crecen en nuestra comunidad, tienen todos los pros y las contras de la vida de pueblo. Una de esas contras puede ser contar con un abanico limitado de relaciones. Conocer únicamente a gente parecida a uno puede hacernos creer que el mundo es igual a lo que conocemos, pero un poco más grande. Cuando esto sucede, más que un encuentro con la realidad, se produce un choque.
¿Crecer lejos de una gran ciudad, entonces, resulta una desventaja?
AB: No necesariamente. No se trata de estar cerca o lejos de una gran ciudad, sino de tener experiencias diversas, riqueza de relaciones, variedad de matices. En cierto sentido, los chicos y chicas que crecen dentro de un country, de un barrio privado, pueden sufrir las mismas limitaciones, aunque vivan a pocos minutos de Buenos Aires. Esas chicas y chicos, paradójicamente, carecen de ciertos recursos para relacionarse con otros, con la mayoría, digamos, pues vivieron siempre en un microclima un tanto artificial. Bueno, algo similar sucede con una buena parte de las chicas y chicos sanmartinenses: sólo han tenido contacto con la realidad limitada del pueblo.
En ese sentido, ¿qué conviene tener en cuenta a la hora de planificar el inicio de los estudios en otra ciudad?
AB: En primer lugar y, en la medida de lo posible, elegir un lugar donde los chicos puedan contar con ciertos vínculos ya establecidos: otros familiares, amigos de la familia o conocidos de confianza. Hasta tanto los jóvenes van generando su propia red de vínculos, estas relaciones preexistentes pueden ser muy provechosas para superar el desarraigo afectivo que, según mi experiencia, es lo que más le cuesta a los jóvenes.
¿La escala de la ciudad también puede influir? Buenos Aires, Córdoba o Rosario suelen resultar más intimidantes que La Plata o Roca.
AB: Pero más importante que la escala de la ciudad es la red de relaciones que los espera allí donde vayan. La calidad y calidez de esa red es lo que hace la diferencia. Saber que aun lejos de casa no se está solo, que se cuenta con alguien de confianza cerca. Aunque después no haya necesidad de recurrir a esa o esas personas, pero que están allí, por si hace falta. Eso es tranquilizador tanto para el joven que parte como para sus padres que están lejos. Ahora bien, si a pesar de todo, no hay ningún conocido allí donde van a estudiar, siempre será más sencillo si la ciudad es pequeña, o al menos próxima.
La distancia importa…
AB: Sí, sobre todo el primer año. Si un chico va a estudiar a Neuquén, por ejemplo, es muy probable que pueda volver a casa al menos un fin de semana por mes. Y si sus padres y amigos también lo pueden ir a visitar, entonces el desarraigo será menos traumático, lógicamente, que si se encuentra solo en un monstruo como Buenos Aires. A veces, los logros académicos dependen, en buena medida, también de cosas tan simples, como eso.
Algo así como una logística elemental
AB: Exacto. Igual que cuando salimos de vacaciones. El éxito del viaje no depende únicamente del lugar elegido sino también de las condiciones de viaje y alojamiento. Del mismo modo, no sólo es importante elegir la carrera correcta sino también las condiciones adecuadas. Para eso es importante que previamente los padres acompañemos a los chicos allí donde estén pensando estudiar. Conocer juntos el lugar, la ciudad, la facultad, donde van a cursar, el lugar donde vayan a vivir y los colectivos que tengan que tomar. No son nenes de jardín, pronto van a vivir solos, es decir, se trata de un acompañamiento más adulto, casi como entre pares. Pero de la mano.
Andrea Bongiovanni es Licenciada en Psicopedagogía, con Postgrado en Psicopedagogía Laboral.
Autora de ELIGE TU FUTURO, un kit interactivo para ayudar a los jóvenes en la elección.
Consultas: CEDIT y Clínica Chapelco
www.clinicachapelco.com.ar
Teléfono: 429 132
Whatsapp: +54 9 294 422-6745
Entrevista: Jorge Gorostiza