La Navidad es reconocida como una época de limpieza espiritual, poseedora de una energía especial, pura, positiva, llena de vida, de luz y de una alta vibración, que facilita la limpieza espiritual.
Es por eso que todavía hoy continúan practicándose algunos de los muchos rituales de purificación y abundancia, con el único fin de transformar los conflictos del pasado en aprendizaje para el futuro.
Entre los rituales más comunes se encuentra el de la sal. La noche anterior a Nochebuena, para "depurarnos" energéticamente, debemos esparcir sal gruesa por todos los rincones de la casa (específicamente los ángulos de las paredes) ya que es allí donde las vibraciones de quienes la habitan no fluyen y se concentran (por eso su acumulación es negativa). En la mañana del día 24, se barre la sal arrastrándola hasta la puerta y se arroja fuera de la casa, liberándonos así de la carga del año que está terminando.
El siguiente paso es generar energías más elevadas, ya que el ambiente está limpio. Para esto, hay que llenar un vaporizador con agua, unas cucharadas de azúcar y una pizca de canela y rociar cada ambiente de la casa.
Luego, preparar como centro de mesa una fuente repleta de legumbres o semillas y situar entre ellas tres velas blancas. Las semillas representan el año que está por nacer y las velas blancas son el elemento depurador. Este centro de mesa debe dejarse encendido durante el día y apagarse a las 18 horas, ya que es a partir de esa hora que debe comenzar la preparación de la mesa con velas distintas para la noche.
A partir de las 18 del 24, comienzan los siguientes rituales que son tradición y norma dentro de los círculos esotéricos:
Las mujeres solteras de la familia deben usar ropa interior rosa para conseguir pareja en el próximo año (pero la prenda debe ser regalada por otro o por un familiar).
Para evitar penas de amor y olvidar un viejo romance, dejar toda la Nochebuena en una ventana o patio un recipiente grande con agua y tirarlo fuera de la casa después de las doce.
Para saber que nos depara el próximo año, llenar una bolsa de cartón grande con arroz y cuatro piedras pequeñas: una pintada de amarillo, otra de rojo, otra de verde y la cuarta sin pintar. Cuando den las doce, pasarlo de comensal en comensal. Cada uno debe retirar una piedra, mirar el color que le tocó y volverla a guardar: la piedra pintada de amarillo, augura dinero y prosperidad, la roja, romance en puerta o que la pareja actual perdura, la verde, buena salud y nacimiento, mientras que la que está sin pintar augura éxito en todo, por eso es la más afortunada. Para que el augurio se cumpla no hay que decir que color tocó.
Y finalmente, para asegurarse prosperidad, se recomienda encender como centro de mesa tres velas (una roja, otra verde y otra dorada) rodeadas de hojas de muérdago y de laurel y encenderlas apenas empiece la cena hasta que se consuman. Al otro día tirarlas por una corriente de agua (río, mar o alcantarilla) y nos propiciará un año de buena salud, abundancia y amor.
Fuente: Diario LN, 09