Las frecuencias no se cumplen, los colectivos se rompen, la gente discute y algunos usuarios -a modo de protesta- deciden pagar menos que lo que marca el boleto. Estas son algunas de las situaciones que se viven a diario en el servicio urbano de pasajeros.

10 Mar 2011
    

Lejos de solucionarse las quejas por el servicio que presta la empresa de colectivos Ko-Ko crecen con el correr de los días.

A los reclamos vinculados con el estado de las unidades se suman ahora la de falta de cumplimiento de las frecuencias y horarios en los cuales los colectivos deben pasar.

Un ejemplo de esta situación ocurrió el pasado 28 de febrero en el inicio del ciclo lectivo cuando el colectivo que realiza el recorrido desde Chacra 30 hasta el centro de la ciudad pasó más de media hora después, dejando a decenas de alumnos a pié, tanto de las escuelas secundarias como de las primarias.

Según afirmaron padres y alumnos, ese día el colectivo demoró más de 45 minutos en pasar por las distintas paradas de su recorrido, razón por la cual algunos alumnos de las escuelas secundarias decidieron trasladarse hasta la ruta nacional Nº 234 donde hicieron dedo o esperaron que pase otro servicio, llegando tarde a clases.

Tan delicada sería la situación  que algunos pasajeros  ya decidieron no abonar boleto o pagar menos de lo que corresponde en virtud de la espera a la que tienen que hacer frente por la falta de cumplimiento de la empresa de los horarios establecidos.

Un ejemplo de esta decisión tuvo lugar el miércoles 9 de marzo alrededor de las 12,50 en una parada del barrio Nahuilen.

En este caso una mujer con un bebé en brazos  subió al colectivo “directo” que se dirige a la zona céntrica de la ciudad sin ingresar al barrio El Arenal, y le entregó al chofer $2,00. Al ver el dinero el chofer le indicó que le faltaban $ 0,75, a lo que la mujer le respondió  “no pienso pagar $2,75 cuando hace más de una hora que espero un colectivo. Que la diferencia la pague la empresa”,  tras lo cual se sentó inmutable en su lugar.

Situaciones como estas y discusiones entre pasajeros y choferes son moneda corriente y ponen en una incómoda situación a las partes ya que los usuarios  cansados de esperar o de que  la unidad se rompa en medio del trayecto,  descargan su ira contra los conductores que en algunos casos hacen de tripa corazón y soportan la queja estoicamente y en otros no reaccionan de la mejor manera, sumando así un grano más de arena a la confusión general.