El citado velero es una embarcación de 26 pies (7,80 m) de fibra de vidrio cuyo puerto de recalada durante los últimos 7 años fueron las aguas del Lago Lácar frente a la costanera de San Martin de los Andes, hasta el momento en que Víctor Felipe, vecino de la ciudad cordillerana, lo colocó en un tráiler para trasladarlo, cruzando la cordillera, hasta el puerto desde donde comenzó esta travesía.
El proyecto fue detalladamente planificado durante los dos años previos por Felipe (42 años), su capitán y propietario, plazo en el que se dispuso tanto a recabar información sobre la meteorología de la zona, los potenciales puertos de reaprovisionamiento y las rutas más apropiadas de navegación, como también a poner a punto la embarcación, incorporando instrumental adicional para la navegación y equipamiento especifico con el fin de reforzar la seguridad de la nave y los tripulantes ante la eventualidad de que se presentaran condiciones adversas en altamar.
El proyecto fue planteado en tres piernas (etapas), cuyos puertos de arribo facilitaron el reaprovisionamiento de alimentos y combustibles, el chequeo y la eventual reparación de la embarcación y el recambio de algunos tripulantes.
La primera de ellas unió Pto. Montt (situado en el sur de Chile, cercano a Bariloche) con Ushuaia, en la cual durante 25 días recorrieron más de 1300 millas, en jornadas de navegación diurna, que se desarrollaron principalmente dentro de los canales trazados entre la multiplicidad de islas en que la geografía austral se desgrana en esos majestuosos rincones del sur de Chile. A lo largo de ella, recalaron en Calbuco, Quellón y Pto. Edén, además de visitar los impresionantes glaciares
Témpanos y Pio XI, en donde las lenguas de hielo se sumergen, silenciosas, en las aguas de los fiordos del océano Pacífico. Sin embargo, en esa etapa debieron sortear la boca del Guafo y el golfo de Penas, sendos tramos en los cuales quedaron sin protección a merced de las enormes olas que llegan desde el oeste y rompen contra las costas luego de navegar, sin obstáculos, la inmensidad del océano Pacífico.
La segunda etapa transcurrió durante 30 días sobre las aguas que separan a Ushuaia de Bahía Blanca, en una travesía que incluyó la navegación frente a las impetuosas aguas que bañan el legendario Cabo de Hornos. En las casi 1800 millas navegadas en este tramo, se visitó el no menos mítico Faro del Fin del Mundo, ubicado en el extremo oriental de la Isla de los Estados, desde donde se inició la remontada hacia Bahía Blanca, recalando previamente en Pto. Deseado y Pto. Madryn. Esta etapa estuvo caracterizada por continuas jornadas de navegación en aguas abiertas, a una distancia de entre 10 y 100 millas de la costa patagónica, en donde tanto el viento como las olas impusieron, por momentos, sus duras condiciones.
Finalmente, la tercera etapa que ayer concluyó, se desarrolló frente al litoral de la costa bonaerense, entre Bahía Blanca y la ciudad de Buenos Aires, y para satisfacer un deseo personal, fue navegada en solitario por Felipe, quien luego de 4 días y casi 600 millas, ingresó exultante, aunque algo agotado por el esfuerzo, en las conocidas aguas del Río de la Plata.
Es que años atrás, cuando el velero fue llevado desde Buenos Aires en donde fue comprado en 2004 a la cordillera, navegó esa misma pierna pero en sentido inverso para, una vez en tierra, completar su viaje a San Martín de los Andes a bordo de un tráiler.
“Se trata de la realización de un sueño y de sentir que uno tiene la capacidad de cumplirlo. De predicar con el ejemplo, visitar lugares olvidados e increíbles y compartirlos con amigos...”, comentó Felipe cuando se le preguntó la motivación para emprender este desafío.
Asimismo remarcó que “aunque a bordo hubo 4 tripulantes más que navegaron las diferentes etapas, el proyecto no hubiese sido posible sin el apoyo incondicional de mi familia y la de los tripulantes, además de amigos que aportaron su granito de arena e instituciones como el Club Náutico AFASyN, CN Atlántico Sur, CN Bahía Blanca, la Asociación Deportiva Argentina de Navegantes”.
Fueron parte de la tripulación Antonio Herrera (28 años, de San Martin de los Andes), Daniel Cordera (49 años, de la CABA), Gustavo Bruckl (47 años, de Villa la Angostura) y Pablo Saad (45 años, de San Martin de los Andes), todos ellos navegantes deportivos con experiencias previas en travesías de este tipo.
Sucede que, aunque el Soledad y su capitán culminaron ayer sin dudas el mayor desafío náutico de sus vidas, anteriormente y con diferentes tripulaciones han navegado, además de las queridas aguas del lago Lácar, a Colonia, Montevideo, Punta del Este, Mar del Plata, Bahía Blanca y Florianópolis partiendo de Buenos Aires y hasta la laguna San Rafael en dos oportunidades zarpando desde Pto. Montt.
Cuando se le pregunta a Felipe qué proyecto tiene por delante, él sólo recuerda que “el año que viene se juega en Brasil el Mundial de fútbol y la Bahía de Guanabara frente a las playas de Río de Janeiro, dicen, tiene un muy buen fondeadero”.