Hugo estuvo detrás de la barba y el traje rojo durante su última década de vida. La muerte de su madre, sin despedida, hizo que su estado de salud empeorara.

09 Nov 2020
    

María Saavedra camina por las calles de San Martín de los Andes y a cada paso le recuerdan que Papá Noel murió. Ella fue la que, después de 45 años de estar casada con él, le escuchó el último suspiro a quien estuvo detrás de la barba blanca y regaló sonrisas durante la última década de vida.

Con su panza marcada y sus ojos celestes, “era fácil disfrazarlo”. En 2010 y en los últimos años como trabajador de la Municipalidad antes de su jubilación, su parecido físico con Papa Noel lo empujó a repartir regalos para una juguetería del centro de la localidad. Año a año, la calidez y el amor que se retroalimentó con los niños no solo causa que las ventas subieran, sino que otros locales, colegios y los propios vecinos también le pedía que se acercara para las fiestas de fin de año.

“Muchas veces,10 minutos antes de brindar el 24 de diciembre, lo pasaban a buscar en auto, lo llevaban a una casa a repartir regalos y a las 2 horas volvía. Y él era feliz porque estaba con los chicos”, relató María, quien se lamentó por no poder “llegar a las bodas de oro”.


Los médicos dijeron que Hugo Simone a los 72 años murió por un ataque al corazón y María cree que la pandemia fue uno de los causales. “Hace 5 meses murió su mamá, quien vivía en Buenos Aires y no la pudo despedir. No pudo ver a sus hermanos y esa falta le dolió muchísimo. Día a día decayó, hasta el pasado jueves (29 de octubre)”, relató su esposa.

¿Cómo nació Papá Noel?

Se acercó diciembre y una rama de la extensa familia de María que tiene una juguetería pensó en él. “Somos un montón de Saavedra acá y a ellos se les ocurrió contratar a un Papa Noel para repartir regalos allá por 2010”, relató y al primero que lo habían apuntado fue a Hugo, “por su parecido”.

Y “allá fue”, la calle principal cortada y todos los niños colgándose de él, repartía frases y se sortearon algunos regalos. “Toda esa generación de jóvenes le dio mucho amor a él y creo que era recíproco, la felicidad con la que volvió ese día creo que lo impulsó a seguir siendo Papa Noel hasta su última navidad en 2019”, relató.


Se hizo tan conocido en la localidad que no solo esta tienda lo contrató, sino que otras se sumaron y un jardín de Junín lo llamó los últimos dos años para hacer el acto de fin de año. “Él no cobraba nada, ponía un tachito, el que quería aportaba y el que no, no pasaba nada. Él lo que deseaba era estar cerca de la juventud, eso lo llenaba de energía y de felicidad”, describió.

El dolor que lo entristeció

Pero, según contó María, su vida volcó hace cinco meses cuando se enteró que su madre, a la que llamaba todos los días, había muerto. “Tenía 92 años, estaba grande, aunque lo que más le afectó era no poder abrazar a sus ocho hermanos”, se lamentó la mujer.

Ante esa situación, la esposa notó como Hugo perdía esa sonrisa, esa energía y cómo se iba apagando. “Fue muy triste, él nunca fue así”, contó.


El viaje de ida

Era 29 de octubre. La religión de los aficionados a la cocina indica que es día de ñoquis. María suscribió esa excusa y amasó. “Ya me pareció raro porque cuando estaba la comida lista, Hugo no se sentía bien y no quiso comer. Se acostó”, contó.

Al terminar el solitario almuerzo, María se acercó a la pieza a ver cómo estaba. Durmieron la última siesta y ella se despertó con un grito. “Lo escuché en el baño que no se podía levantar, que lo ayudara. Lo intenté levantar y lo lleve hasta la cama. Suspiró y arrancó una película que aún sigo observando las escenas”, agregó.

Médicos, sirenas y movimiento.

“En esta semana que pasó, mi hijo me lleva todos los días a la verdulería que él tiene para que no me quede sola en casa, pero creo que es peor. A cada paso o cada persona que entra me reconoce como la esposa de Papá Noel y me hace saber todo el tiempo de que ya no está más, de que será un diciembre sin su alegría, pero también serán los próximos años, minutos o segundos sin mi mitad”, narró.



El recuerdo permanente

María estaba de camino al local de su hijo, cuando en la radio suena a todo volumen el recuerdo de Hugo. “Estaban haciéndole una entrevista a un señor que nos alquiló una cabaña en el fondo de su casa cuando nosotros nos casamos, yo ni me acuerdo de él, pero habló cosas hermosas de mi marido y me mandó fuerzas”, dijo mientras contuvo las lágrimas.

“Qué lindo es que se acuerden todos de él porque realmente era un gran tipo”, comentó mientras se emocionaba.

Entre la pandemia y la despedida
Hugo tuvo dos hijos. Uno militar que vive en Mendoza y el otro verdulero que contiene a María y recibe todo los días el apoyo de los vecinos. “El que está fuera de la provincia no puede venir. No lo dejan, tiene que hacer el test y no sé cuántas cosas más”, se quejó la madre.

“Es que Hugo siempre quiso que lo cremaran y tiráramos sus cenizas en la ruta, después de Junín, de donde él siempre fue”, contó.

Papa Noel antes de serlo y de entrar a trabajar en la Municipalidad, era camionero. “Siempre llevó y trajo cosas. Los viajes hicieron que en 1972 venga para acá y nos conocimos; después fue colectivero en la ciudad y sus últimos diez años de vida repartió regalos en el centro”, describió.


Una parte de San Martín continúa por estos días lamentándose esta pérdida. Los llamados y mensajes no cesan, y María encuentra en la cocina una conexión para sonreír. Lloró el vacío, abrazó el calor de los saludos y ahora espera que la pandemia se vaya para poder despedir como corresponde a su marido, un ícono de la ciudad.

Sus ojos azules, que se escaparon entre el gorro y la barba, seguramente seguirán en la retina de muchos jóvenes nacidos en los 2000, que creyeron que el Papá Noel que salía en las películas había llegado a San Martín. “Y un poco así fue”, río María que cree que Hugo fue eso: un personaje fantástico que hizo el mejor regalo: transmitir felicidad.