Guillermo y Kate se mostraron felices en el balcón del palacio real; fueron ovacionados por miles de seguidores tras la ceremonia en la abadía de Westminster

29 Abr 2011
    

LONDRES.- Ante los ojos del mundo, el príncipe Guillermo y Kate Middleton dieron el sí en la glamorosa boda real que transcurrió en la milenaria abadía de Westminster. Luego se trasladaron ante miles de seguidores por las calles de Londres hasta el Palacio de Buckingham. Desde el balcón, salieron a saludar y llegó el beso tan esperado.

Enfundada en un vestido blanco y marfil, con larga cola, velo y tiara, Middleton entró a la Abadía acompañada de su padre, Michael, quien la condujo al altar, donde la esperaba el príncipe Guillermo, vestido con un uniforme de coronel de la Guardia Irlandesa del ejército británico. El vestido de la princesa fue diseñado por la sucesora de Alexander McQueen, Sarah Burton, directora artística de esa casa tras el suicidio del creador, el año pasado.

La ceremonia combina antiguas tradiciones de la monarquía con toques de modernidad para reflejar los nuevos tiempos. Middleton, por ejemplo, no prometió "obedecer" a Guillermo cuando pronunció sus votos matrimoniales frente a una congregación formada por miembros de familias reales, políticos, celebridades y amigos.

Los novios desafiaron el pronóstico. La pareja realizó el recorrido desde la Abadía hasta el palacio de Buckingham en la carroza al descubierto State Landau, a pesar de la amenaza de lluvia. De esta manera, miles de personas que se congregaron a lo largo del recorrido que hicieron los príncipes recién casados tuvieron la oportunidad de verlos.

El State Landau es una carroza tirada por cuatro caballos, que va acompañada por dos jinetes y dos hombres de a pie, que fue construida por el rey Eduardo VII en 1902, pero, en caso de fuertes lluvias, se podía optar por Glass Coach, una carroza cerrada construida en 1881 para el alcalde del centro financiero de Londres, pero que en 1911 pasó a ser utilizada por la Familia Real.

Los 1900 invitados, ataviados inmaculadamente, fueron conducidos a la iglesia en medio de un estricto despliegue de seguridad diseñado especialmente para la ocasión. Las damas van con un traje o un vestido con sombreros o tocados, mientras que muchos de los varones van ataviados con uniforme. Algunos, en vista del pronóstico meteorológico que anuncia lluvias, llevan un paraguas. 

Una vez abierta la abadía, las cadenas de televisión británicas con acceso retransmitieron el aspecto final de ese escenario, que fue adornado con una alfombra roja en cuyos laterales hay ocho árboles, seis arces silvestres ingleses y dos carpes. Los organizadores instalaron más de cuatro toneladas de vegetación ornamental en el interior de la milenaria iglesa para recrear un escenario similar al de un bosque artificial.

En las primeras filas se ubica la familia real británica, encabezada por la reina Isabel II, que ve en esta boda una oportunidad de dar aires más modernos a la monarquía, 30 años después de la de Carlos y Diana. Esa unión dejó paso a un tortuoso matrimonio que terminó en divorcio un año antes de la muerte de la "princesa del pueblo" en un accidente de coche en 1997.