A 38 años de su hundimiento, la Armada recuerda a sus tripulantes, sus héroes.

03 May 2020
    

Un nuevo 2 de mayo invita a recordar relatos, a revisar la historia. Las fechas conmemorativas resguardan a las sociedades del olvido y permiten la conservación de aquellos hechos constitutivos de sus valores. Y el hundimiento del crucero ARA “General Belgrano” es eso: un acontecimiento para no olvidar, un cimiento de valores para una sociedad que le rinde honor a sus tripulantes.


El 16 de abril de 1982, la silueta de un navío de gran porte se alejaba de la dársena de Puerto Belgrano hacia el Este de la zona del conflicto por la soberanía de las Islas Malvinas. En sus 182 metros de eslora se encontraban 1093 tripulantes, quienes solo tenían una certeza: cumplir con la misión de defender a la Patria.


La unidad había sido construida en 1935 en los astilleros norteamericanos New York Shi building Co. Su poder de fuego radicaba en los 15 cañones de calibre 6? distribuidos en 5 torres, además de 8 cañones simples de 5? multipropósito. Por diseño alcanzaba una velocidad máxima de 32,5 nudos y con carga completa desplazaba 13.500 toneladas.


La misión encomendada al navío fue la de mantenerse fuera del área de exclusión vigilando las intenciones de las fuerzas enemigas. En Ushuaia se reunió con los destructores ARA “Piedrabuena” y ARA “Bouchard” y el petrolero “Puerto Rosales”.


Los buques componían el Grupo de Tareas 79.3 al que se le asignó el 1° de mayo la misión de ubicarse al Este, a fin de complementar el ataque a unidades británicas que se realizarían desde el portaviones ARA “25 de Mayo” y los destructores. Esta planificación de tareas de carácter ofensivo fue en respuesta al bombardeo realizado ese mismo día a las 4.40 por las fuerzas inglesas sobre la capital malvinense, Puerto Argentino.

Debido a inconvenientes técnicos del portaviones y condiciones climáticas, el comando superior ordenó la cancelación del ataque. La fuerza de tarea debía mantenerse en un área más hacia el Oeste en espera de nuevas órdenes, ubicándose a 35 millas de la Zona de Exclusión.


Sin embargo, desde la noche del 30 de abril, el “Belgrano” y los destructores estaban en la mira del submarino nuclear HMS “Conqueror”, que manteniendo distancia vigiló cada uno de los movimientos.


Fue el 2 de mayo a las 16.02 cuando el primer torpedo Mark 8 impactó en la sala de máquinas, disparado a una distancia de tan sólo 5 km. El segundo impacto fue en la proa, destruyéndola casi por completo. No había opción y la tripulación escuchó a las 16.23 la orden de abandonar el buque.


Una vez que la estructura de hierro desapareció de la superficie del agua, lo que devino fueron escenas propias de un naufragio, en donde cada marino dio cuenta de su nivel de adiestramiento y camaradería. Las balsas comenzaron a dispersarse en un mar bravío donde las olas y fuertes vientos hacían difícil la supervivencia.


La operación de rescate fue otra gran proeza de los integrantes de la Armada Argentina. Las balsas a la deriva, que se habían alejado 100 kilómetros al Sureste del lugar del hundimiento, fueron divisadas inicialmente por un Neptune de la Aviación Naval, que a punto de quedarse sin combustible suficiente para su regreso al continente, decidió “hacer una pasada más”, logrando el objetivo de hallar a los náufragos.


A esto se complementó la determinación de los tripulantes a bordo del “Gurruchaga”, del “Bouchard” y del “Piedrabuena”, que fueron quienes los rescataron. Ninguno claudicó ni escatimó en los esfuerzos por salvar a sus camaradas.


Esta actitud de compromiso con los tripulantes del crucero que habían naufragado quedó plasmada en la historia por una frase del Comandante del aviso “Gurruchaga”, Capitán de Corbeta Álvaro Vásquez: “Hasta la última balsa”. Cuatro palabras que proyectaron las acciones de toda una tripulación en pos de salvaguardar la vida en el mar.


El Comandante del crucero ARA “General Belgrano”, Capitán de Navío Héctor Elías Bonzo, escribió, dedicado a su dotación: “Una fecha, 2 de mayo, por siempre reencontrará nuestros pensamientos y oraciones. Y al dejar navegar nuestra imaginación, estrechamente juntos volveremos a surcar el mar, en nuestro eterno y querido crucero”.


En la vida no hay nada más vivo que un recuerdo por la mágica virtud que posee, espiritual y permanente, sobre lo material y efímero. Quienes estuvieron en el “Belgrano” comparten el recuerdo, se encuentran en un imaginario compartido como lo dijo el Capitán Bonzo.


Los 1093 se reúnen cada 2 de mayo, algunos con su presencia física, otras en su forma inmaterial. Este año de una manera muy particular, lejos pero siempre cerca. Es la ocasión en que la Armada Argentina y las familias rinden homenaje a sus héroes: ¡GLORIA Y HONOR! ¡VIVA LA PATRIA! ¡VIVA EL BELGRANO!