Columna de opinión escrita por el periodista Fernando Bravo en la edición del diario Río Negro del domingo 5 de julio de 2015 (rionegro@smandes.com.ar )

06 Jul 2015
    

Sabido es que el maltrato a los consumidores resulta ser motivo de queja frecuente en toda la pirámide de jurisdicciones y respectivas direcciones de Comercio de municipios, provincias y país. Pero lo que hizo Camuzzi Gas del Sur en San Martín de los Andes raya en la vergüenza, cuando no en la cobardía.

Conviene repasar primero el contexto de los acontecimientos. Una semana antes, vecinos enojados habían acudido a hablar con los directivos locales de la empresa distribuidora de gas, cansados de penar por que les habiliten la conexión domiciliaria. Hay casos en que el fluido llega hasta la puerta de los domicilios, pero Camuzzi niega el permiso.

La empresa funda sus razones en que aún no se habilita la obra de ampliación de la red troncal, que por paradoja se cocina a fuego lento con recursos aportados por el gobierno nacional. Por cierto que esa excusa, quizá atendible en un plano técnico, no exculpa a la distribuidora de gas de otorgar las factibilidades a futuros usuarios cuando correspondan a redes existentes (hay una resolución de 2005 del Ente Nacional Regulador de Gas que así lo confirma) y menos le exime de por lo menos dar respuesta a los reclamos de los clientes. Dicho sea de paso, es de práctica que estas empresas se victimicen dejando entrever en los "off the récord" que el escaso movimiento de las tarifas con subsidio es la causa del desaliento a las inversiones. No pocas de las compañías de servicios públicos concesionados parecieran asumir que el ser monopólicas en la zona geográfica asignada les deja inmunes al riesgo de invertir para mejorar, al contrario de lo que ocurre con cualquier otra empresa sometida a competencia. Hasta ahora de poco y nada ha servido enfatizar que en esta ciudad hay 13.000 conexiones de gas y las que urge definir —si bien hay muchas más en espera— son apenas 100.

Ese número no daría la impresión de poner en riesgo  al servicio. Como dijo un concejal del MPN: "cien conexiones no mueven el amperímetro". Tampoco ha sido suficiente que el municipio y el gobierno nacional hayan acordado en un acta de intención asegurar una obra de ampliación local de la red, que Camuzzi había deslizado como una de las necesidades si se querían habilitar nuevas altas. Hasta el Deliberante ha hecho ver su "enérgico rechazo al accionar de las actuales autoridades de la Empresa Distribuidora de Gas Camuzzi Gas del Sur, frente al reclamo que oportuna-mente realizaron vecinos de nuestra localidad". Los vecinos, esos 100, han tenido hasta la delicadeza de ofrecerse en solidario sacrificio. Han propuesto que una vez otorgada la factibilidad, sean ellos mismos los primeros afectados si urge reducir el servicio ante cualquier eventualidad de baja presión a criterio de la autoridad competente. Un vecino comentó a esta columna que con los fríos de la época en esta región, un hogar de 100 metros cuadrados que no cuente con gas natural puede terminar pagando unos 2.500 pesos mensuales entre gas en garrafas, leña y electricidad para calefaccionar, cocinar y utilizar la ducha en el sanitario. Con gas de red gastaría menos de la quinta parte de esa cifra. Así las cosas, con el fastidio y frío mezclados en el espinazo, una treintena de vecinos acudieron a las oficinas sanmartinenses de Camuzzi Sur para exigir explicaciones. Un directivo les propuso que retornasen al lunes siguiente, para cuando preveía contar con información más precisa desde las estructuras de decisión de la empresa. A propósito, Camuzzi Sur está en Patagonia pero hace honor al adagio que dice que "Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires". El lunes los vecinos acudieron a la cita en el predio ubicado a la vera de la Ruta Nacional 40, para encontrarse con el portal de acceso encadenado, las oficinas cerradas y una custodia policial (de adicional) al frente. Y esa situación no se limitó al lunes, sino que se prolongó por toda una semana.

Tal actitud no solo implicaba traicionar un convite hecho por un directivo de la propia empresa, sino ignorar al resto de los usuarios y clientes que eventualmente pudieran haber tenido intención de acercarse a las oficinas por otros asuntos.

Pero sobre todo, la conducta reprochada supone creer que simples vecinos que reclaman lo que creen justo, se comportarán como hordas capaces de blandir palos y horquillas, llevar antorchas y poner en fuga a Camuzzi Gas del Sur cual un Frankenstein de mala copia, para estupor de Mary Shelley.