Desde el 23 de marzo -hace 7 meses- de este año asistimos a la demostración empírica de que al gobernador no le quita el sueño, siendo benévola, la educación. Ni el sistema educativo, ni los docentes, ni los estudiantes, ni la ciencia ni la tecnología.
Desde aquel día, primer lunes de cuarentena, han pasado 140 días de clases sin cumplir. Mucho más de los casi 30 de promedio que se pierden por año en nuestra provincia entre paros y suspensión por alertas meteorológicas.
No está en discusión que para incursionar en el desarrollo de tecnología o la innovación de distintas áreas productivas o de gestión gubernamental, por nombra algunas, es condición tener una base del sistema del conocimiento del que estamos muy alejados.
Para ser gráfica, mientras el mundo avanza en tren de alta velocidad, nosotros vamos al trote en el andén, sin intentar subirnos, y creyendo que vamos a la misma velocidad. Entonces, ¿De qué habla el gobierno provincial cuando habla de innovación?
Esta Agencia que se intenta acomodar como si fuera una pieza de Tetris en una estructura desordenada, de áreas superpuestas, de agujeros negros, parece no encajar ni en tiempo ni en espacio.
Ya hay un COPADE, una ADI, un ministerio de Producción, un ministerio de Educación, entre otros tantos organismos, que podrían, a esta altura deberían, estar asumiendo la investigación como una tarea cotidiana.
Algunos de ellos lo hacen aunque pareciera que no hay tanto ímpetu en que eso se note.
Saliendo del entramado gubernamental, las condiciones socioeconómicas no son fértiles para que el paradigma que propone la innovación crezca y se afiance en este momento en nuestro país, incluida nuestra provincia.
Hay una realidad cotidiana, en un 98% responsabilidad de los actuales gobiernos nacionales y provinciales, que hace que no solo no sea momento adecuado, si no que además podría generar, como se ve que lo está haciendo, el rechazo a la idea de la innovación dentro del Estado.
Aunque sabemos que este no es el objetivo. Acá se esconde el cambiar para que nada cambie. No sirve la grandilocuencia de una Agencia y las palabras que la adornar cuando funcionarios dicen que la pandemia los sorprendió sin saber armar clases vía zoom o cualquier otra plataforma.
Mucho menos va a servir cuando siete meses después del inicio de la cuarentena, la educación en nuestra provincia está en un limbo del que nadie se hace cargo.
Amparado en medidas sanitarias, algunas de ellas, ridículas, sin autoridad ni legitimidad en las decisiones, el gobierno provincial decretó que la educación NO es un derecho ni una urgencia.
Al gobernador, a sus ministros y especialmente a la ministra Storioni: innovar es mejorar lo que ya existe. Empecemos por ahí. La educación es anterior a cualquier otra iniciativa.