Hace más de 15 años el Ensatur contrató a la consultora Entrepreneur para la realización de un estudio, cuya conclusión fue que nuestra localidad tiene su destino económico en la actividad turística. Algo, que hoy, nos parece obvio pero que en aquel entonces no teníamos una definición tan contundente.
Sus fortalezas eran y son: el crecimiento imposible de frenar de la actividad a nivel mundial, las bellezas naturales, y fundamentalmente – y con sorpresa para nosotros mismos- un capital humano de excelencia.
Esto posibilitaba y posibilita contar con:
a) servicios de primera calidad (instructores de esquí, guías de turismo, de pesca y caza),
b) una arquitectura de primer nivel,
c) una población concientizada de su compromiso con la actividad y con el cuidado del medio ambiente.
Todo ello nos ponía en una situación inmejorable para desarrollar plenamente la actividad turística.
Como contrapartida, teníamos y tenemos, manifiestas debilidades para emprender actividades industriales o de producción primaria (el clima; distancia de los centros de consumo; escasa masa crítica de consumidores; altos precios de los servicios, etc.). Esta situación nos volcaba indubitablemente a la actividad turística.
Puede existir -como de hecho sucedió- una actividad creativa intelectual que sumada a las nuevas tecnologías, genere crecimiento económico, como son los sitios www.sietelagos y www.welcomeargentina.com.ar y sus colaterales. Pero a esta acción –de la que debemos estar orgullosos- no la podemos contar como una actividad generalizada para el resto de la comunidad.
Habiendo definido, entonces, que nuestro destino es el turismo, fijamos como objetivo necesario e imprescindible, conseguir una buena imagen de la ciudad, ya que forma parte de la propuesta que ofrecemos a nuestros clientes-turistas.
En consecuencia, el planeamiento urbano es una herramienta esencial. Esta herramienta y su arquitectura son temas prioritarios para lograr éxito en nuestra actividad turística. Son prioritarios pero no excluyentes con otros temas, como la comercialización, infraestructura vial y aérea, etc. Todos estos temas están interrelacionados.
Muchas de esas tareas se vienen realizando desde que como comunidad asumimos este destino, teniendo como base el trabajo realizado por la consultora Entrepreneur y definiendo los valores urbanos que nos permiten estar entre las ciudades con mejores ofertas turísticas. Ellos como consultora, y nosotros como comunidad, fuimos en aquel entonces, elaborando conjuntamente nuestras fortalezas (otro éxito de la consultora: que se nutrió y nos dio participación e interactuamos).
Las fortalezas que se definieron en aquella oportunidad y son las que debemos cuidar.
- las naturales: lagos, montañas, ríos, etc.;
- la urbana que se definió como un atributo especial: ser una Aldea (La definición de Aldea no sólo atañe a la arquitectura sino también al número de habitantes);
- nuestro capital humano.
Pasos a seguir:
Al definirse a San Martín de los Andes como una Aldea (bajamos las alturas máximas de 14 mts. a 8,50 mts. de los edificios a construir –hoy 9 mts.) y a los efectos de tener un crecimiento controlado y no perder nuestra imagen y escala de Aldea, se proyectó a esta localidad como la prestadora de los servicios primarios y generar otras villas satélites –como debieron ser Villa Lago Meliquina – Villa Río Hermoso – Villa Lago Hermoso – Villa Lago Lolog – Villa Chapelco- etc. Pero ello no se logró, fracasamos.
Obviamente, algunas de estas villas que enunciamos han crecido, pero no lo han hecho de la forma que correspondía a un planeamiento consensuado. Al no contar con los servicios primarios, ni mantenimiento de calles y rutas y con diferentes entes jurisdiccionales, su crecimiento fue desordenado. Necesitamos contar con una legislación común a toda la región. Las diversas jurisdicciones atentan contra una seria política de desarrollo turístico.
Esto, generó que las únicas propuestas económicamente viables para los inversores y desarrolladores, fuera la propiedad horizontal en nuestra localidad. Desde hace más de diez años, San Martín ha ido creciendo con edificios de muy poco valor estético, con grandes condicionamientos de tránsito y estacionamiento y con productos que sólo ocasionan competencias desleales a las actividades turísticas serias, perdiendo así nuestra imagen de Aldea de Montaña.
El mérito de haber logrado el producto de una “Aldea Ecológica de Montaña” fue de la comunidad, con un ingrediente importante que nos ayudó: un vecino que nos permitió apreciar todos los riesgos de no planificar y perder la escala: Bariloche.
Hoy corremos el riesgo de convertirnos en un neobariloche.
Es impostergable que asumamos estas debilidades y retomemos las definiciones asumidas, para corregir el rumbo.