Por: Daniel Ramazzotti

14 Mar 2011
    

Cuando se conoce la noticia que robaron una escuela, en forma inmediata el dolor invade el alma de todos los integrantes de dicha comunidad educativa y de buena parte de la sociedad también.

No solo por el hecho en si, sino porque cada elemento que se consigue en una escuela es a base de sacrificio, imaginación y mucho trabajo de padres, maestros y alumnos y porque en cierta forma estos robos se vieron facilitados por la decidía de quienes deberían haber tomado cartas en el asunto y no lo hicieron, o no al menos de la forma que era necesaria.

El sábado pasado  la escuela Nº 188 fue asaltada por segunda vez en menos de seis meses. Su director, Rafael Urretabizcaya, se cansó a lo largo de los últimos años de solicitar protección para la escuela, pero sus reclamos no fueron oídos,  ni sus notas leídas. La prueba está que la escuela fue saqueada en noviembre del 2010 y en marzo del corriente año y hasta el momento no habrían podido cobrar el seguro que les permita  reponer algunos objetos sustraídos la primera vez.

El robo es un hecho que indigna, que molesta y sobre todo que genera desazón en las personas que trabajan en el lugar, quienes animados por el maestro Urretabizcaya siguen poniéndole el pecho al asunto,  porque como él dice “hay que seguir para adelante, siempre para adelante”.

Ahora bien, más allá de esta situación lo que enardece más aún los ánimos, lo que sin lugar a dudas  crispa el espíritu,  es que a pocas horas de que el tema se hiciera público, las autoridades que debían haber escuchado y leído las notas antes mencionadas para obrar en consecuencia en su momento, corrieron prestas a colocar un cerco perimetral en la escuela, cosa que se viene reclamando desde años, sumando así una falta de respeto más a la lista.

No hay derecho a semejante cachetazo a la moral. Actitudes como estas no solo demuestran que las autoridades correspondientes reconocen abiertamente su falta, sino que además provocan vergüenza ajena.

Claro que es mejor tarde, que nunca!!!, pero ese no es el caso, sino que cada uno se haga cargo de sus funciones, que atienda su juego y si no puede, no quiere, no sabe o simplemente está cansado, que de un paso al costado ya que seguramente habrá manos y mentes dispuestas a buscar los caminos necesarios para solucionar o mejor dicho, para evitar nuevos problemas.