A veces las palabras no alcanzan para expresar los sentimientos, y menos aun cuando se trata de un agradecimiento.
El 13 de marzo de 2012, cerca de las 22 Hs, Jennifer, nuestra hija de 18 años, acudió a la guardia del hospital Heller con un cuadro gripal y recibió una dosis intravenosa de Dipirona y fue enviada a su casa.
El 14 inicialmente le produjo una especie de alergia, tenía una erupción en su cuerpo y en el mismo hospital se le diagnosticó una presunta escarlatina y nuevamente fue enviada a su casa sin ninguna indicación de medicación en particular para este diagnóstico sospechado.
El 15 de marzo fue atendida a través de la guardia de OSECAC, ya que se encontraba hinchada. Allí le suministraron corticoides y oxigeno porque tenía alguna dificultad para respirar y nuevamente se la envió a su casa.
El 16 de marzo de 2012 ingresó al hospital Castro Rendón, en este caso por la calle Alderete. “Jen”, así la llaman sus amigos, tenía cantidades de ampollas por todo su cuerpo, allí se tomó la decisión de internarla inicialmente en observación. Se hablaba de Síndrome de Steve Johnson, por supuesto, cosa que nunca habíamos oído en nuestra vida.
El lunes por la mañana el panorama se agravó e ingresó a terapia intensiva. Los doctores nos confirmaron Síndrome de Lyell, bastante similar al primero que habían diagnosticado. Según lo que se nos explicó es que sería tratada como una paciente quemada, ya que este síndrome se manifiesta con el desprendimiento de la piel. Asimismo debió ser intubada para asistirla con la respiración porque había sufrido un distrés respiratorio debido a un edema pulmonar.
A partir de ese momento, nosotros comenzamos a vivir una espera interminable.
En el hall de terapia escuchás y ves de todo, aprendés que cada “cama” es un mundo, es una historia aparte con muchos condimentos pero seguramente distintos a los tuyos. Lágrimas de felicidad y lágrimas de tristeza.
Muchos pudieron saber de nuestra hija, ya que el hall de espera de Terapia brillaba por la cantidad de carteles que traían fuerza para Jen, colores, mensajes, letras de canciones y más de 50 grullas de papel colgando del techo deseándole una pronta recuperación.
Durante nuestros 10 años en la provincia sólo oimos despotricar contra el sistema de salud, pero esta vez nos tocó vivir la experiencia y formar nuestra propia opinión.
Quienes venían de visita, tal vez con sus pensamientos en muchos lugares a la vez, lograban señalarnos detalles estructurales del edificio, algunos reclamos por el mal funcionamiento de los ascensores o la falta de baños en el hall central.
Nosotros, que nuestro pensamiento y sentimientos estaban centrados en la cama 4 de terapia intensiva, sólo veíamos la calidad humana de este hospital.
Desde el acompañamiento de Eli, la secretaria de UTI, la seriedad del equipo de enfermeras y hasta la precisión y profesionalismo en los informes de las 12.30 del equipo médico bajo la jefatura del doctor Sciuto.
Aprendimos que la Unidad de Terapia Intensiva tiene, no solo todo el equipamiento tecnológico necesario, los insumos y medicamente (casi siempre) que hacen falta para cada patología, pero principalmente un grupo de profesionales dedicados a vigilar y preservar la salud de nuestra hija.
Aprendimos también, que las obras sociales son mucho más que papeleo y burocracia. Que la atención que recibimos en OSECAC por parte de Vanesa Bascuñan y Liliana Moyano de Prestaciones fue excepcional y que Jen tuvo por parte de esta obra social, todo lo que su tratamiento indicó como necesario, desde la gammaglobulina y el alimento, hasta las cremas para la recuperación de su piel.
Luego de muchos días de espera, de informes, de dos turnos de visitas diarios y algunas fuera de horario gracias a las buenas voluntades, su respiración fue mejorando, su piel fue evolucionando y llegó el momento de “subir” a terapia intermedia (5to piso). Allí las cosas eran distintas, porque empezó con una máscara de oxígeno, pasó a una “bigotera” y en muy poco tiempo logro respirar sola.
No pasaron más de 72 horas cuando se decidió nuevamente “pasarla”, en este caso a 3er piso, a clínica médica. Allí la recibió el Dr. Dell´ali (vale aclarar que más de uno en el quinto nos advirtió: ¡Vas a tener el honor de que la atienda Dell´ali”!) y así fue. Al día de hoy la sigue observando periódicamente, ya que Jen, recibió su alta el 12 de abril.
Como decimos al principio, las palabras no alcanzan para expresar sentimientos.
Pero lo haremos como aprendimos de chicos; diciendo gracias.
Gracias a D”S por nunca soltarle la mano a Jen.
Gracias a la sabiduría de los médicos de clínica médica y de Terapia, a la paciencia y amor de los enfermeros y al acompañamiento de cada uno de todo el personal del hospital. Desde mantenimiento, cocina, camilleros, todo el equipo de CBS, el hombre que silba o tararea cada vez que pasa caminando, hasta el personal de seguridad. Administrativos, laboratoristas, rayos, etc. Todos fueron parte de esto.
Gracias a los conocidos y desconocidos, a los propios y ajenos, a los amigos y familia de cerca y de lejos. A los que escribieron y a los que no se animaron. A los que rezaron y a los que pensaron. Cada milímetro de papel, cada gota de tinta, cada bite, cada “me gusta”, cada mensaje de facebook, SMS, llamado, cadena de mail … todo, se convirtió en energía.
Esa misma energía que cada vez que nos lo permitían, le pasábamos a nuestra hija mientras dormía, energía que la hizo salir adelante, despertar y respirar, mejorar y resurgir.
Este es el equipo de médicos de terapia intensiva que trabajaron con Jen durante los 17 días que tuvo que estar allí: Patricia López, Juan Manuel Polverini, Alejandro Ramella, Nicolás Sánchez, Alejandra Pollini, Silvia Alegría, Cynthia Morant, Mariela Fumale, Johana Bastías, David Muñoz, Alberto Aravena, Julián Ivacachi y Víctor Sciuto.
El Plantel de enfermería de terapia: Emilia Alveal, Rosa Barros, Gonzalo Bustos, Marta Calluan, Yolanda Carcamo, Susana Elgueta, Rodolfo Fuentes, Bruno Romero, Sandra Gil, Cristina Giménez, Blanca Godoy, Rosa Gomes, Magdalena Guanque, Ida Herrera, Silvia Huenhupi, Santiago Huircan, Mónica Insulsa, Milton Larrivey, Nancy Leiva, Aníbal Canales, Matías Cerezo, Miriam Olave, Héctor Plaza, Susana Querci, Estela Riquelme, José Rivero, Adriana Vera, Elías Andrés, Hernán Chávez, Cristina Pinilla y Estela Zacarías.
El polivalente Héctor Caviares, el cirujano plástico Dr. Ramiro Estévez, los kinesiólogos Lucas Gallardo y Carolina, y la Secretaria de UTI Elizabeth Díaz.
El equipo de cuidados intermedios polivalentes: Aigo Paola, Castillo Elma, Chila Gustavo, Cisteune Patricia, Cejas Elizabeth , Escobar Daniela, Figueroa Sonia, Fonseca Miriam, Plaza Yolando, Morgado Melina, Collinao Alicia, Gómez Liliana, Salvo Tamara, Sanhueza Jovita, Tapia Nancy, Vinas Pradelia, Valenzuela Marcela, Sepulveda Rubén, Tajarina Alejandro , Inostroza Gustavo, Cifuentes Roberto, Ibarra Enzo, Quiroga Gabriela, Asteta Alejandra y López Carlos.
El equipo de clínica médica del Dr. Roberto D´angelo: Molini Ninno , Sánchez Agustín, Colombero, Antonini Walter, Gallardo, Scheidegger Pamela, Di Carlo, Suarez, Sambelli, Jasin, Stillo, Llamosas, Groch, Irigoyen, Muñoz, Ferrarina, Kinesion y Natalia Martín.
Los enfermeros y enfermeras del 5to: Agosto Laura, Amaya Nora, Antinao Alicia, Antiban Vanesa, Calquir Ramiro, Días Cecilia, González Lorena, Gorvachov Eduardo, Herrera Cecilia, Jofre Jaime, Llancaquiro Juan, Maldonado Walter, Manqueroy Rosa, Palacios Irma, Panna Pablo, Riquelme Mónica, Salas Gabriela, San Martin Emilia, Tagua Fernanda, Uribe Marcela, Valdez Darío, Villagrán Mariela, Hurchucura Rosa, Márquez Leandro, Curvas Silvia y Toro Marcia. Con Roberto Oscar Maggi y Cristina Lozano en recepción.
Y el personal de enfermería / ginecología del 3er piso: Azúa María, Cogler María, Guajardo Cristina, Gutiérrez Silvia, Encina Marita, Lara Evangelina, Lepka Tamara, Olivera Débora, Poblete Guillermina, Romero Victoria , Salazar Susana, Sepulveda Graciela, Vélez Margarita, Villegas Mirta , Zuñiga Clarisa y Albino Silvana.
A todos, les estaremos eternamente agradecidos.
Paciencia y Fe.
Padres de sangre y del corazón de Jennifer Jakszyn
Soy Jennifer, la que vivió la experiencia con cuerpo y alma, la que padeció ese dolor, la que vio sufrir a sus padres con su apoyo incondicional cuando la medicación no me mantenía dormida y mientras mi memoria me lo permite. Sé que ellos estuvieron ahí desviviéndose por estar conmigo, haciendo fuerzas para que salga adelante, para que esté bien. También lo hicieron mis compañeras de la facultad y mis amigos de siempre.
Es increíble como más allá de las distancias, peleas y demás, estas cosas que comienzan como pequeñas y que terminan siendo grandes y graves, unen a las personas como jamás uno se hubiera imaginado.
Tener a toda mi familia junta creo que fue lo que más me motivo para demostrar que SI SE PUEDE, Y ASI SALIR DE ESA "PESADILLA".
Todos decían “Jen sos fuerte”, y así parece que lo fui!
Al igual que mis padres, agradezco a todo el personal del excelente Hospital Regional CASTRO RENDON! Sin palabras. Hoy recorrer de nuevo los pasillos y ser reconocida como “Jen la chica del Lyell” por enfermeros, médicos de todos los pisos en los que estuve, es shockeante y emotivo!
Hoy recorrí el sector donde estuve internada en terapia intensiva, y pude observar, sin saber lo que iba a sentir, sin estimar apenas lo que me podría provocar, LA CAMA 4! esa en que me volvieron a dar la vida.
AGRADECIDA ETERNAMENTE!
Sin más, Jennifer Jakszyn