En junio del 2011, la erupción del volcán Puyehe, en Chile, afectó por completo la vida de Villa La Angostura. Una lluvia de cenizas y piedritas transformó la vida de los ciudadanos y los turistas.
De un día para otro, la villa amaneció con alrededor de 20 centímetros de arena volcánica, cambiando la pintoresca y tradicional imagen por los colores grises en cada una de las fachadas de las casas.
Una de las carreras más importantes de trail running del continente, el K42, tuvo el desafío de organizarse cuando todavía las cenizas seguían siendo un problema, aunque una ciudad gris cambió por completo su situación, con un importante movimiento turístico y deportivo.
El renacer de la villa
Aún con los techos de las casas y los senderos llenos de cenizas, hubo que hacer un gran trabajo de limpieza de los caminos para que la competencia se pudiera llevar adelante.
Las polainas fueron de gran ayuda para los corredores, que transitaron por el Cerro Belvedere y el Bayo por sitios en los que el color gris se imponía por sobre el verde de la naturaleza.
El organizador del evento, Diego Zarba, recuerda el inicio de la competencia: “Los corredores largaron en medio de una caída de cenizas, pero gracias al trabajo que se hizo con los diferentes sectores de la ciudad, la competencia se pudo llevar adelante”.
La fiesta de los corredores
Con cambios en los circuitos, eligiendo zonas menos afectadas, la competencia se pudo llevar adelante sin problemas, pero hasta llegar a ese momento hubo un largo recorrido: “Cuando llegamos en septiembre y vimos como estaba todo, parecía una zona bombardeada”, recuerda Zarba.
“En las semanas previas, junto con las cuadrillas municipales, de control de fuego y personal de Parque Nacionales, se limpiaban los senderos y se golpeaban las cañas para que cayeran las cenizas acumuladas”, expresa.
A pesar de que el panorama no parecía prometedor, el gran trabajo realizado tuvo su respuesta en miles de corredores que asistieron a la cita, generando una importante movida turística, tanto en los hospedajes como en los sitios gastronómicos, siendo un gran impulso para la zona.
Años después, como premio al esfuerzo, el K42 terminó recibiendo a campeonatos sudamericanos y mundiales, como también a los mejores corredores del mundo, siendo una recompensa a todo lo trabajado con anterioridad.