Además de millonarias pérdidas y un sin fin de problemas, la erupción del volcán provocó cambios en quienes viven en la región afectada los que van desde acciones que ahora se asumen como habituales, hasta la invención de nuevos términos.

04 Jul 2011
    

“Mira está cenizando”, le dijo un chico a otro mientras miraban por la ventana del automóvil de su madre y se acomodaban el barbijo, un elemento que en el último tiempo se volvió más habitual que la bufanda.

Sucede que a un mes de la erupción del Puyehue (volcán chileno al que nadie prestó nunca mucha atención, al menos no en Argentina hasta el 4 de junio pasado) las costumbres de los habitantes de la región cambiaron incorporando a su vida acciones y palabras que en líneas generales eran desconocidas o al menos no de uso frecuente.

Así mientras la inventiva infantil puso en marcha el término cenizar”, una suerte derivado de  “nevar” que permite incluso otras variaciones como “cenizará hoy”,  “cuando está por cenizar mejor quedarse en casa” o “llevá barbijo por si ceniza más tarde”;  los mayores sumaron a la charla cotidiana términos  como “piroplastos”, “silicio”, “pluma de humo”, entre otras palabras que ampliaron el vocabulario cotidiano.

A esto se debe sumar también acciones que hasta el 4 de junio pasado eran casi impensadas, como las de llevar un barbijo en el bolsillo (si bien ya se habían utilizado el ante año por la Gripe A, su presencia en las calles fue ostensiblemente menor), o el uso de una suerte de chalina a modo de protección para quienes se niegan al barbijo antes mencionado.

Otra cuestión que también pasó a ser cotidiana es revisar el filtro de aire del auto en forma periódica, cosa que hasta el mes pasado solo realizaba una vez cada diez mil kilómetros con el cambio de aceite.

Ahora la charla y la preocupación en muchos casos no pasa por si nevará,  sino por si “cenizará” como dirían los chicos, o por el rumbo que tomará la “pluma” en virtud de la “rotación del viento”, cuestión a la que antes nadie daba mayor importancia, a excepción de cuando soplaba Puelche.

El volcán también sacó de los habitantes su costado solidario, porque si en algo nos destacamos los argentinos es querer ayudar cuando las papas queman. Así todos en mayor o menor grado pusieron su granito de arena a la hora de colaborar ya sea cuidando el agua o enviando elementos a los vecinos de La Angostura.

También, es justo decirlo, la erupción del volcán crispó los nervios, volvió más difícil aún el invierno en una zona donde ya de por si suele ser en oportunidades agobiante, con días aciagos que cientos de personas sufren en silencio.

Como no podía ser de otra manera, también hubo una rotación en el florecimiento de “especialistas de café”, los cuales dejaron de lado la temática nívea y del centro de esquí, olvidándose de cañones de nieve, sillas desembragables y demás yerbas, para pasar a dar cátedra de “conformación de piroplastos, sílice o afecciones de la salud a causa de las emanaciones del volcán”, según sea el caso.

Lo cierto es que grandes, chicos y ancianos, sumaron a su vida cotidiana nuevos términos y acciones que hasta el momento eran  impensadas para quienes viven en un lugar privilegiado; todo esto,  mientras miran al cielo para ver “si viene la pluma y vuelve a cenizar”.

D.R.